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NCAA

Regresa James Franklin a casa

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James Franklin se crió en los suburbios de Filadelfia, llegando a ser un resuelto mariscal preparatoriano de brazo no exactamente fuerte que creía ser lo bastante bueno como para jugar en Penn State.

El staff de entrenadores de Joe Paterno no estuvo precisamente de acuerdo, y aunque el brazo de Franklin lo condujo a una condecorada carrera en el equipo de East Stroudsburg en la División II, su determinación lo guió al lugar donde siempre quiso estar.

Más de dos décadas después del infructuoso intento por llamar como jugador la atención de Penn State, la universidad contrató ayer al carismático hombre de 41 años como su próximo entrenador en jefe.

“Soy un muchacho de Pensilvania”, dijo Franklin, “con un corazón de Penn State”.

Y es alguien a cargo de continuar el esmerado y en ocasiones doloroso proceso de reorganización iniciado por Bill O’Brien, quien hace más de dos años asumió el cargo a raíz del escándalo de abuso sexual infantil protagonizado por Jerry Sandusky.

Pero O’Brien se fue a la NFL con los Texanos de Houston en Año Nuevo, abriendo la puerta para Franklin, quien en Vanderbilt dio vida a un programa moribundo, ganando 24 juegos en tres temporadas y conduciendo a los Commodores a tres tazones al hilo.

Aquí se esperará más —eventualmente. Eso está bien para Franklin, quien insiste en no haber firmado el contrato a seis años con valor reportado de aproximadamente 4.5 millones de dólares por campaña tan sólo para utilizar como trampolín a los Nittany Lions.

Franklin incluyó todos los toques correctos durante la hora que duró su presentación. Vestido con traje azul y corbata azul y blanco, se refirió a Penn State como su “trabajo de ensueño” y dijo que ayer fue “el mejor día de mi vida” antes de corregir rápidamente que era el “tercero mejor” después del día en que se casó con su esposa Funni y cuando nacieron sus gemelas Addy y Shola.

Señalando a sus familiares que lo veían desde primera fila, Franklin se describió a sí mismo como alguien que tiene “dos hijas y 95 nuevos hijos”.

Pero sabe que las ramas del árbol familiar son mucho más extensas. Prometió reconectar el glorioso pasado con lo que cree se trata de un futuro ambicioso y se comprometió a comer con todo director académico y de facultad así como a no rechazar ninguna invitación como expositor.

“Tenemos que hacer cuanto podamos para volver a reunir a esta comunidad”, dijo, “y enorgullecernos realmente de este programa”.

Es un orgullo que aún está en curso de sanar tras las impactantes revelaciones sobre la conducta penal de Sandusky y las posteriores consecuencias como el poco ceremonioso despido de Paterno, quien llevaba 45 años al timón. Luego, estuvieron las casi fatales sanciones impuestas por la NCAA que retiraron del programa docenas de becas y prohibieron a la institución educativa competir durante cuatro años en la postemporada.

A pesar de lo lejos que O’Brien trajo en dos años a Penn State, falta mucho trabajo por hacer. El standard no sólo es ser competitivo.

“Nuestro plan es salir y ganar un montón de juegos”, dijo Franklin, “para que podamos quedarnos mucho tiempo aquí”.